Las cocheras de metro de Cuatro Vientos: Un gigante de hormigón dormido
En el distrito madrileño de Latina, cerca del aeropuerto de Cuatro Vientos, se alza una de las infraestructuras fantasma más imponentes de la capital. Se trata de las cocheras y talleres de Metro de Madrid en Cuatro Vientos, una enorme nave construida a principios de la década de 2000 que nunca llegó a albergar un solo convoy. Este colosal espacio, diseñado para el mantenimiento y estacionamiento de trenes, permanece vacío y en silencio, convertido en un monumento involuntario a la planificación urbanística y de transporte que, por razones que se mezclan entre lo económico y lo estratégico, nunca se materializó.
Un proyecto ambicioso con un final abrupto
La construcción de estas cocheras formaba parte de un plan de expansión y modernización de la red de metro que contemplaba la ampliación de líneas y la necesidad de nuevas instalaciones de mantenimiento. La estructura, de dimensiones faraónicas y con una inversión millonaria, se completó en su fase de obra gruesa. Sin embargo, los trenes que debían circular por las nuevas extensiones previstas, y que habrían necesitado este garaje, nunca llegaron a encargarse o a circular en el número estimado, dejando la instalación sin su razón de ser desde el mismo momento de su finalización.
El presente de un espacio en limbo
Hoy, el complejo es un esqueleto de hormigón y metal que se erosiona lentamente. A pesar de algunos intentos esporádicos por darle un uso alternativo, como almacén logístico o plató de cine, su destino principal ha sido el abandono. Su existencia plantea preguntas incómodas sobre la gestión de los recursos públicos y la dificultad de prever las necesidades reales a largo plazo. Para los urbanistas y curiosos, se ha convertido en un caso de estudio sobre cómo los elefantes blancos, esas grandes obras públicas infrautilizadas, toman forma en el paisaje urbano, a menudo fruto de proyecciones demasiado optimistas o de cambios en la política de transporte.
Parece que el plan maestro para este garaje consistió en estacionar, de forma permanente, aire y polvo. Un recordatorio de que a veces la infraestructura más sólida es la que se construye sobre las bases más inestables: las expectativas.