La eterna liquidación que nunca termina
Caminas por la calle y ves ese cartel gigante que anuncia liquidación total por cierre con letras rojas que parecen sangrar desesperación. Te imaginas gangas irrepetibles, precios que derriten el plástico de tu tarjeta, esa última oportunidad de conseguir ese objeto que siempre quisiste a costo de fabricante. Entras con el corazón acelerado, preparado para el saqueo del siglo, pero algo no cuadra cuando ves etiquetas que conoces de memoria porque pasaste por ahí la semana anterior.
El teatro de las rebajas ficticias
Lo que parece una despedida emocionante es en realidad una coreografía comercial perfectamente ensayada. Los precios inflados artificialmente semanas antes crean ese espejismo de descuento que tanto nos seduce. Esas ofertas que parecen sacadas de un sueño consumista suelen ser iguales o incluso superiores a las que encontrarías en cualquier temporada normal de rebajas. El cierre nunca llega, solo se transforma en un reinicio con otro nombre comercial idéntico en esencia pero renovado en fachada.
El ciclo sin fin del local fantasma
Observas cómo el mismo establecimiento resurge semanas después con otro nombre pero idéntica disposición, mismos empleados y hasta similares maniquíes. La estrategia se repite cíclicamente como un ritual comercial que aprovecha nuestra psicología de urgencia. Este fenómeno se ha convertido en un modelo de negocio sostenido que explora los límites de la ética comercial mientras mantiene vivas las esperanzas de los cazagangas incautos.
Es como ese amigo que siempre anuncia que se va de la ciudad pero lo encuentras cada fin de semana en el mismo bar, solo que ahora con distinto peinado y afirmando que recién llegó. La próxima vez que veas un cartel de liquidación definitiva, recuerda que probablemente estarás presenciando el primer acto de una obra que tendrá muchas temporadas más.