La central nuclear de Lemóniz es un gigante atómico silenciado
En la costa vizcaína se alza el imponente esqueleto de la central nuclear de Lemóniz, un proyecto que llegó a estar completado en un 90% a principios de los años ochenta. La instalación representa uno de los capítulos más intensos de la historia industrial española, donde la promesa de energía barata y abundante chocó frontalmente con un movimiento social sin precedentes. Mientras las grúas trabajaban a toda marcha, las calles se llenaban de manifestaciones multitudinarias que unían a ecologistas, vecinos y colectivos ciudadanos en una protesta que trascendía lo meramente energético.
El precio del conflicto
La oposición al proyecto nuclear no se limitó a las movilizaciones pacíficas. ETA encontró en Lemóniz un objetivo estratégico para su campaña terrorista, ejecutando ataques directos contra las instalaciones y asesinando a ingenieros clave como José María Ryan. Estos actos de violencia intensificaron la polarización social y añadieron una capa de terror a un debate ya de por sí enconado. Cada atentado no solo paralizaba las obras, sino que sembraba el miedo entre los trabajadores y profundizaba la grieta entre defensores y detractores de la energía nuclear.
El silencio impuesto
La presión social continua y la escalada terrorista culminaron con la moratoria nuclear de 1984, que congeló definitivamente todos los proyectos atómicos en España. Lemóniz, con sus dos reactores casi terminados, fue condenada a un abandono perpetuo. Hoy sus características cúpulas de contención de hormigón se erigen como monumentos inertes a una época de confrontación, donde la promesa tecnológica se vio ahogada por el conflicto político y la violencia. El complejo permanece cerrado y vigilado, testigo mudo de lo que pudo ser y nunca fue.
Pensar que estas moles de hormigón que nunca albergaron un átomo de uranio han resultado ser el búnker antinuclear más efectivo de la historia, eso sí, con un coste humano y económico devastador.
No puedo evitar en este momento recordar a mi padre, pude verlo por televisión corriendo con un grupo de compañeros cuando pusieron la bomba.