La Cuelebre | La serpiente alada que acecha en la niebla
En los bosques más profundos de Galicia y Asturias, donde la niebla se enreda entre los robles como un sudario húmedo, algo se arrastra entre la maleza. No es un animal, no es un mito, es una presencia que sientes en la nuca cuando caminas solo al anochecer. La tierra tiembla levemente bajo tus pies, y un silbido agudo perfora el aire, un sonido que paraliza la sangre en las venas. Los aldeanos cierran sus ventanas con tablones, susurrando que la Cuelebre ha despertado de nuevo, que busca carne fresca para saciar su hambre eterna.
La morada del horror reptante
Anida en cuevas inundadas donde la luz nunca llega, pozos abandonados que huelen a podredumbre y huesos triturados. Su cuerpo serpentino se enrosca alrededor de árboles centenarios, dejando un rastro de baba ácida que quema la vegetación. Quienes han visto sus escamas iridiscentes bajo la luna llena describen ojos como pozos sin fondo que reflejan tus peores pesadillas. Se dice que custodia tesoros malditos, pero lo que realmente guarda son los restos de aquellos que osaron buscarlos, sus esqueletos decorando las paredes de piedra como advertencias silenciosas.
El aliento que congela el alma
Su veneno no solo mata el cuerpo, sino que corrompe el espíritu. Las víctimas no mueren inmediatamente, sino que vagan en un estado de agonía consciente, piel supurante y mente invadida por visiones dementes. Los ancianos cuentan que su silbido puede hipnotizar, arrastrándote hacia su guarida como un sonámbulo hacia el abismo. En las noches de tormenta, cuando el viento aúlla entre los montes, su sombra gigantesca se proyecta contra las nubes, una silueta retorcida que produce sufrimiento infinito.
Quizás lo más aterrador es pensar que, en esta era de tecnología y razonamiento, todavía existen lugares donde los teléfonos no tienen señal pero los mitos sí responden a tus llamadas. Donde cada crujido en el bosque podría ser el principio de tu obituario natural, escrito con dientes afilados sobre tu piel.