El trasgu acecha en la noche asturiana
En los valles más profundos de Asturias y Cantabria, una presencia antigua se arrastra entre las sombras de las casas abandonadas. El trasgu no es el duende amable de los cuentos infantiles, sino una criatura retorcida que se alimenta del miedo de los moribundos. Sus ojos rojos brillan en la oscuridad mientras observa desde los rincones, esperando el momento perfecto para infiltrarse en los hogares de quienes han perdido la esperanza. Su risa rasgada resuena en los pasillos vacíos, un sonido que congela la sangre y anuncia desgracias venideras.
La maldición del hogar invadido
Cuando el trasgu elige una vivienda, ningún cerrojo puede detenerlo. Se materializa entre las grietas de las paredes húmedas, un ser pequeño y deforme que reorganiza los objetos con manos torcidas. Por las noches, los habitantes escuchan sus pasos ligeros en el piso de arriba, aunque la casa esté vacía. Los espejos reflejan su silueta momentáneamente, siempre detrás del observador, siempre más cerca de lo que debería estar. Las puertas se cierran solas, los objetos desaparecen y reaparecen en lugares imposibles, y un frío perpetuo se instala en las habitaciones donde ha estado.
El precio de su atención
Aquellos que intentan deshacerse del trasgu descubren que solo empeoran su situación. Si le ofreces comida, se quedará para siempre. Si le das ropa, sus travesuras se volverán más siniestras. Intentar expulsarlo desata su verdadera naturaleza vengativa. Los animales domésticos aparecen mutilados, las sombras se mueven con intención propia y los sueños se convierten en pesadillas vivientes donde la criatura te observa desde el borde de la cama. Muchas familias han abandonado sus hogares, dejando todo atrás, pero el trasgu siempre encuentra la manera de seguirlos.
Quizás la parte más aterradora es que el trasgu prefiere los hogares donde ya existe miseria y dolor, alimentándose de la energía negativa como un carroñero de almas. Si escuchas risas en la noche cuando estás completamente solo, si los objetos se mueven y las puertas crujen sin razón, puede que ya tengas un invitado permanente. Y lo peor es que, después de un tiempo, comenzarás a verlo claramente en tus momentos más vulnerables, sabiendo que ha estado allí todo el tiempo, esperando a que tu resistencia mental se quiebre por completo.