El congreso abre dos fosas de investigación sobre el apagón nacional
Los pasillos del Congreso de los Diputados se convierten hoy en el escenario de una pesadilla institucional que se bifurca en dos direcciones siniestras. La imposibilidad de alcanzar un consenso ha dado a luz no a una, sino a dos comisiones de investigación separadas que examinarán las causas y responsabilidades del apagón eléctrico que sumió al país en tinieblas el pasado 28 de abril. Esta división no es casual, sino el reflejo de una grieta política que se profundiza como una herida infectada, donde cada grupo parlamentario prefiere cavar su propia fosa antes de compartir la pala con el enemigo. La luz que debería guiar la verdad se fragmenta en dos haces tenues que se pierden en la oscuridad de los intereses creados.
La sombra de la discordia política
Mientras los ciudadanos aún recuerdan el pavor de aquella noche sin electricidad, los diputados tejen sus telarañas en salones iluminados por lámparas que nunca parpadean. La decisión de mantener investigaciones separadas no es un acto de rigor, sino el ritual de una ceremonia macabra donde la verdad es el primer sacrificio. Cada comisión se convertirá en una cámara de eco de sus propios terrores, donde los testimonios se retorcerán como sombras en la pared y los documentos adquirirán el peso de lápidas. La electricidad que falló aquella noche parece haberse refugiado en los chispazos de odio que cruzan el hemiciclo, un voltaje mortal que amenaza con electrocutar cualquier atisbo de cooperación.
El vacío que se avecina
Lo más aterrador no es lo que estas comisiones puedan encontrar, sino el abismo que crearán entre sus conclusiones. Dos versiones oficiales nacerán de este parto monstruoso, dos realidades contradictorias que se alimentarán de la confusión ciudadana. Mientras los técnicos buscan explicaciones en cables y transformadores, en el corazón del poder se cultiva una oscuridad mucho más profunda y letal. El próximo apagón podría no ser eléctrico, sino de fe en las instituciones, un blackout democrático del que quizás nunca despertemos. Las sombras que investigan hoy podrían convertirse mañana en los verdugos de la verdad.
Y mientras debaten en sus cómodos escaños, las familias que sobrevivieron al pánico de aquella noche encienden velas con manos temblorosas, preguntándose si la próxima oscuridad vendrá de los cables o de las mismas manos que juraron protegerlos. Quizás el verdadero terror no fue la falta de luz, sino descubrir que quienes tienen el poder de restaurarla prefieren jugar con sombras.