Por qué las ilusiones ópticas nos hacen dudar de nuestra percepción
Las ilusiones ópticas generan una sensación de confusión porque nuestro cerebro interpreta la información visual de manera contradictoria. Cuando observamos patrones que desafían la lógica espacial o el movimiento aparente, el sistema visual intenta ajustarse a estímulos que no coinciden con la realidad física. Esta discrepancia entre lo que vemos y lo que sabemos crea una incomodidad cognitiva, similar a la duda que produce el gaslighting psicológico, donde la percepción propia parece ser cuestionada por estímulos externos engañosos.
El mecanismo cerebral detrás de la ilusión
Nuestro cerebro procesa las imágenes mediante atajos neuronales que priorizan la eficiencia sobre la precisión absoluta. Ante patrones ambiguos o repetitivos, como los que presentan las ilusiones de movimiento o profundidad, las neuronas en la corteza visual se activan de forma errónea, interpretando estímulos estáticos como dinámicos o superficies planas como tridimensionales. Este fenómeno se debe a la adaptación evolutiva que nos permite reaccionar rápidamente a posibles peligros, incluso cuando la información es incompleta o engañosa.
Por qué sentimos que nos gaslightean
La analogía con el gaslighting surge porque la ilusión óptica socava nuestra confianza en lo que percibimos, al igual que en las relaciones tóxicas donde se manipula la realidad. Al ver cómo líneas rectas parecen curvas o colores idénticos aparecen diferentes, experimentamos una duda persistente sobre nuestra capacidad de observación. Esto no indica un fallo en nuestra visión, sino un ejemplo de cómo el cerebro llena vacíos de información con suposiciones basadas en experiencias previas, a veces llevándonos a conclusiones incorrectas.
A fin de cuentas, es irónico que nuestro propio cerebro, diseñado para ayudarnos a navegar el mundo, sea el principal responsable de hacernos cuestionar si es por las gafas nuevas o simplemente estamos siendo víctimas de un truco visual masivo.