El huracán Melissa devora Jamaica con sus fauces de 300 km/h
	
	
		El monstruo de categoría 5 llamado Melissa sigue vomitando su ira sobre Jamaica, sus dedos de viento arrancan techos como si fueran escamas de pescado y sus rugidos ahogan los gritos de los atrapados. La oscuridad se ha apoderado de la isla, interrumpida solo por los relámpagos que iluminan brevemente paisajes de pesadilla donde árboles retorcidos se inclinan en sumisión ante su amo invisible. El aire mismo parece haberse vuelto contra los habitantes, llenando pulmones con el sabor salado del miedo y la destrucción.
La isla se retuerce bajo el azote celestial
St. Elizabeth y Manchester ya no son lugares reconocibles, sino heridas abiertas en la geografía donde las marejadas de 4 metros han convertido calles en ríos de escombros y desesperación. Las carreteras se han vuelto venas obstruidas en el cuerpo moribundo de la isla, imposibilitando cualquier escape mientras los edificios gimen y colapsan bajo la presión constante. La electricidad murió hace horas, dejando a los supervivientes sumergidos en una negrura que parece anticipar la tumba, escuchando cómo el huracán devora pedazo a pedazo su mundo conocido.
La cuenta de cadáveres comienza su macabra danza
Tres almas confirmadas han sido arrancadas de la existencia, pero todos sabemos que son solo las primeras gotas de un diluvio de muerte por venir. La ONU lo llama la tormenta del siglo, un eufemismo burocrático que no logra capturar la verdadera naturaleza de esta entidad hambrienta que ahora dirige su mirada vacía hacia Cuba y las Islas Caimán. Los evacuados miles se amontonan en refugios que respiran y crujen con cada nueva embestida, preguntándose si las paredes que los protegen se convertirán en sus ataúdes colectivos cuando Melissa decida reclamar más víctimas para su colección.
Lo más aterrador no es el viento que suena como mil almas gritando, sino los momentos de calma relativa entre las ráfagas, cuando el silencio se llena con el crujido de estructuras que ya no aguantarán mucho más. Al menos los que murieron rápido no tendrán que experimentar el terror de escuchar acercarse la próxima embestida, ese sonido que perfora los tímpanos y congela la sangre incluso antes de que los escombros comiencen a volar de nuevo.
Siempre decían que el clima en Jamaica era perfecto, ahora tenemos la tormenta perfecta para acabar con ese mito turístico