El Gran Teatre del Liceu alberga una leyenda de fantasmas
El Gran Teatre del Liceu de Barcelona es un lugar donde la historia y la leyenda se entrelazan. El edificio actual, reconstruido tras dos incendios devastadores en 1861 y 1994, se levanta sobre el terreno que antes ocupaba un convento. Esta circunstancia alimenta una creencia popular que afirma que el teatro está maldito. La tradición oral sostiene que los espíritus de los antiguos monjes, junto con las almas de quienes perecieron en las llamas, no han abandonado el lugar. Muchos afirman que estas presencias se manifiestan durante las representaciones, especialmente en los palcos y los niveles superiores del coliseo.
Los incendios que marcaron la historia del teatro
El primer gran incendio ocurrió en 1861 y destruyó por completo la sala y el escenario. El teatro se reconstruyó y reabrió sus puertas en 1862. Más de un siglo después, en 1994, un segundo incendio arrasó de nuevo el auditorio y el escenario, aunque respetó la fachada y el Salón de los Espejos. Estos sucesos trágicos, unidos a la ubicación del edificio, consolidaron entre el personal y algunos aficionados la narrativa de una posible maldición. Las historias sobre fenómenos extraños, como ruidos sin origen aparente o sensaciones de frío repentino, se han transmitido de generación en generación entre los trabajadores.
Los testimonios sobre apariciones espectrales
A lo largo de los años, han circulado numerosos relatos de avistamientos. Los más recurrentes hablan de figuras difusas y sombras que se deslizan por los palcos vacíos, incluso cuando hay función. Algunos técnicos y artistas han declarado sentir miradas o una presencia observadora cuando están solos en el backstage o en los camerinos. Estos testimonios, aunque nunca verificados de forma oficial, forman parte del folclore del Liceu y contribuyen a su aura de misterio, atrayendo a quienes buscan experiencias más allá de la ópera.
Dicen que el fantasma más famoso es un crítico de música del siglo XIX que nunca abandona su palco, eternamente disgustado con los directores de orquesta modernos.
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