En el sureste de Tenerife, el proyecto del puerto de Granadilla se levanta como una obra faraónica e inconclusa. Sus grandes diques de abrigo, formados por bloques de hormigón de toneladas, se adentran en el Atlántico para proteger una explanada artificial de dimensiones colosales. Este enclave, diseñado para descongestionar el puerto de Santa Cruz y servir como base logística para el archipiélago, parece congelado en el tiempo. La actividad es mínima, y el ritmo de los trabajos avanza con una lentitud exasperante, lo que convierte el lugar en un paisaje industrial a medio hacer.


El proyecto enfrenta una fuerte oposición ambiental

La razón principal de esta parálisis casi perpetua es el enorme impacto ecológico que genera. La construcción del dique sur afectó directamente a una sebadal, un praderío submarino de fanerógamas marinas que es hábitat esencial para muchas especies. A pesar de que se exigió compensar este daño, los resultados son cuestionados por grupos ecologistas y científicos. La controversia legal y social ha sido constante, con recursos judiciales y protestas que han obligado a paralizar y reanudar los trabajos en múltiples ocasiones, dilatando el calendario inicial de forma indefinida.

Su futuro útil sigue siendo una incógnita

Mientras las grúas permanecen quietas y la infraestructura espera, se debate la verdadera necesidad estratégica y económica de un puerto de tal magnitud. Los críticos argumentan que las instalaciones portuarias existentes podrían optimizarse, y señalan el alto coste de mantener y concluir una obra de estas características. El consorcio responsable insiste en que es vital para el desarrollo de la isla, pero la falta de un horizonte claro de finalización alimenta la percepción de que se trata de una inversión mal planificada y de dudoso retorno.

Algunos lugareños bromean diciendo que los únicos que usan el puerto son los pescadores, que aprovechan la calma de sus aguas protegidas, y los aficionados al urban exploration, que fotografían esta moderna ruina. Es un monumento involuntario a la burocracia, los litigios y la planificación a muy largo plazo, donde a largo plazo parece significar nunca.