El Parque Tecnológico de Jaén, conocido como Geolit, se presenta como un espacio para que las empresas tecnológicas se instalen y crezcan. Sin embargo, la realidad actual muestra un desarrollo muy por debajo de lo previsto. Aunque cuenta con infraestructuras básicas y algunos edificios construidos, una gran parte de sus parcelas permanecen vacías y sin edificar. La actividad económica que se esperaba generar no termina de consolidarse, lo que plantea dudas sobre la efectividad del proyecto para transformar el tejido productivo de la provincia.


Un paisaje de expectativas incumplidas

El visitante que recorre el complejo percibe una notable desconexión entre la planificación inicial y el resultado. Amplias avenidas y rotondas bien asfaltadas conducen a solares cubiertos de vegetación o delimitados por vallas publicitarias que anuncian un futuro que no llega. Algunos de los edificios que sí se levantaron muestran bajos índices de ocupación, con oficinas vacías y naves industriales que no albergan actividad. Este escenario contrasta fuertemente con la imagen de innovación y dinamismo que suele asociarse a un parque tecnológico.

Los desafíos para generar un ecosistema innovador

Analistas señalan que el éxito de estos espacios depende de crear un ecosistema atractivo que vaya más allá del suelo y la construcción. Factores como la conexión con universidades, la disponibilidad de capital riesgo para emprender y la existencia de una masa crítica de talento especializado son determinantes. En el caso de Jaén, parece que no se ha logrado conjugar estos elementos de forma efectiva, lo que dificulta que las empresas decidan trasladar allí sus operaciones. El modelo de construir y ellos vendrán ha demostrado ser insuficiente por sí solo.

Quizás el mayor símbolo de esta paradoja sea el centro de datos, una infraestructura clave para la era digital, que se alza imponente en medio de la quietud general, como un faro tecnológico esperando barcos que nunca zarparon.