En el curso del río Gállego, en la provincia de Huesca, se alzan las estructuras de hormigón de un proyecto que el tiempo detuvo. Se trata de la presa de Biscarrués, una obra hidráulica diseñada para almacenar agua y destinarla principalmente a regar tierras de cultivo y abastecer a poblaciones. Su construcción comenzó en el último cuarto del siglo XX, pero nunca logró completarse. Desde sus inicios, el proyecto generó un intenso debate que enfrentó a quienes defendían su utilidad para la agricultura y el suministro con quienes alertaban sobre su impacto ambiental en un tramo del río de gran valor ecológico.


Un conflicto legal y social paraliza la obra

La oposición de grupos ecologistas y de parte de la población local derivó en una larga serie de recursos judiciales y pleitos administrativos. Los tribunales han tenido que pronunciarse en múltiples ocasiones sobre los estudios de impacto ambiental y la legalidad de las autorizaciones, lo que ha supuesto sucesivas paradas y revisiones del proyecto. Este proceso judicial, sumado a los cambios en las políticas hidráulicas y a la falta de un consenso social claro, ha mantenido la presa en un limbo permanente. La infraestructura existe, pero su función se ha desvanecido en el papel, convertida en un símbolo de un conflicto irresuelto entre desarrollo y conservación.

El paisaje actual muestra una cicatriz en el territorio

Hoy, el visitante encuentra una gran explanada de hormigón que corta el valle, con estructuras de la obra hidráulica a medio construir. El río Gállego fluye libremente junto a esta intervención humana congelada en el tiempo. El lugar no es una ruina antigua, sino una herida moderna, un recordatorio físico de un proyecto que dividió a la sociedad y que consume recursos en los tribunales en lugar de en el cauce del río. Su estado actual plantea un dilema sobre su futuro: desmantelar lo construido o intentar reactivar un proyecto que carga con décadas de controversia.

El proyecto ha pasado más tiempo en los juzgados que el cemento tardó en fraguar, y el único caudal constante ha sido el de los informes y las sentencias.