Un CEO general celebra un triunfo en una megalópolis distópica
La avenida principal de Neo-Roma, una cicatriz de neón en el cielo perpetuo de la megalópolis, vibra con un estruendo coreografiado. El CEO-General Marco Aetius, erguido sobre una plataforma flotante, avanza entre rascacielos que son catedrales corporativas. No arrastra carros con prisioneros de guerra, sino que tras de sí flota un séquito de hologramas luminosos. Estas proyecciones representan los trofeos del conflicto económico: planos de circuitos cuánticos, fórmulas bioquímicas patentadas y algoritmos de inteligencia artificial, todos arrebatados a la corporación rival SynthCorp. La multitud, con sus pupilas aumentadas por implantes cibernéticos, no grita. Su júbilo se manifiesta como una lluvia silenciosa de emojis: caras sonrientes, pulgares arriba y coronas de laurel digitales que parpadean en el aire frente a sus ojos, proyectando una luz multicolor sobre el pavimento húmedo.
El desfile moderniza un ritual antiguo
Este espectáculo actualiza el concepto del triunfo romano para una era donde la propiedad intelectual equivale a territorio y poder. En lugar de encadenar a los líderes vencidos, Aetius exhibe los secretos comerciales que desmantelaron a su competidor. Cada holograma brilla con el logotipo de SynthCorp tachado por el símbolo de su propia empresa, Aetius Dynamics. La procesión no se dirige a un templo, sino a la torre central corporativa, un zigurat de cristal y acero donde se integrarán estos activos digitales. La música no la producen trompetas, sino una banda sonora sinfónica generada por una inteligencia artificial que analiza el estado de ánimo de la multitud y ajusta los acordes para maximizar el fervor patriótico corporativo.
La reacción del público es puro metadato
Los ciudadanos, empleados en su mayoría de Aetius Dynamics, no expresan emoción de forma orgánica. Sus implantes oculares escanean la escena y emiten automáticamente el emoji que su perfil laboral y el algoritmo de lealtad consideran apropiado. Este flujo de pictogramas crea una segunda capa de narrativa sobre el desfile, una capa de datos que los ejecutivos supervisan en tiempo real para medir el impacto de su propaganda. El silencio humano solo se rompe con el zumbido de los motores antigravedad y el eco lejano de los anuncios en las pantallas gigantes. La victoria se siente, pero no se oye; se lee en un lenguaje universal de iconos.
En el palco ejecutivo, un asistente susurra que el último paquete de algoritmos robado incluye el código para predecir las tendencias del mercado de emojis para la próxima década. Aetius sonríe. La próxima parada será conquistar el negocio de los sentimientos.
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