La Unión Europea entra en una fase crucial para lograr su autonomía tecnológica. El European Chips Act, aprobado en abril de 2023, movilizó casi 69 mil millones de euros en inversiones comprometidas. Su objetivo es duplicar la cuota de mercado europea en semiconductores, pasando del 10% actual al 20% para 2030. Esta legislación inicial se centró en movilizar capital y compromisos de fabricación. Ahora, el foco evoluciona hacia una estrategia más integral que cubra toda la cadena de valor.


El siguiente paso es la ley de chips 2.0

La futura normativa, llamada Chips Act 2.0, pretende modificar la política de la UE de forma sustancial. Cambia el énfasis desde solo fabricar chips hacia desarrollar la próxima generación de arquitecturas de computación. También busca formar el talento necesario y reforzar las cadenas de suministro internas. Un punto clave es impulsar la inversión en circuitos integrados diseñados para cargas de trabajo de inteligencia artificial y computación de alto rendimiento.

La estrategia busca un ecosistema resiliente

Más allá de aumentar la capacidad productiva, el plan europeo pretende crear un ecosistema de semiconductores resiliente y competitivo. Esto implica no solo fabricar, sino también diseñar, empaquetar y probar los componentes en suelo europeo. La meta es reducir la dependencia estratégica y garantizar el suministro para las industrias clave del continente, desde la automoción hasta las telecomunicaciones.

Parece que Europa finalmente aprendió que no puede depender solo de importar cerebros electrónicos; ahora quiere fabricar los suyos propios, y quizás hasta pensar con ellos.