Si Leonardo da Vinci se enfrenta hoy a la crisis climática y energética, su método para resolver problemas dicta que no se limita a mejorar tecnologías existentes. Observa, diseña y sintetiza conceptos de la naturaleza, la ingeniería y el arte para crear sistemas integrados. Su respuesta probable sería un ecosistema tecnológico que emula y amplifica los procesos naturales, yendo más allá de la simple eficiencia para buscar una armonía funcional y estética con el planeta.


Los bosques biónicos funcionan como un organismo simbiótico

Estos bosques biónicos serían vastas extensiones de estructuras arbóreas mecánicas y autorreplicantes. Su función principal es capturar dióxido de carbono y purificar el aire de forma activa, imitando y acelerando el trabajo de un bosque natural. Cada árbol incorpora hojas fabricadas con materiales piezoeléctricos avanzados, que generan energía eléctrica cuando el viento las mueve o la lluvia las golpea. El sistema se diseña para replicarse de forma controlada, expandiendo su capacidad de remediación y generación sin necesidad de una intervención constante.

El diseño fusiona eficiencia con principios estéticos universales

Da Vinci aplica su obsesión por la proporción y la forma óptima. La estructura de cada torre, la disposición de sus hojas y la organización del bosque completo siguen la proporción áurea y principios de aerodinámica derivados de sus estudios de vuelo. Esto no busca solo ser visualmente agradable; optimiza el flujo de aire para maximizar la captura de partículas y la generación de energía, mientras reduce la resistencia estructural. El resultado es una infraestructura que funciona como una máquina perfecta y se percibe como una escultura a escala planetaria.

Quizás incluiría un códice oculto que solo se puede leer reflejando la luz de la luna llena en una hoja específica, revelando instrucciones para mantener el sistema en equilibrio, porque para él la elegancia de la solución siempre requiere un toque de misterio.