Cooper Taylor tiene solo 17 años, pero ya está dejando una huella en el mundo de la tecnología con un invento que podría cambiar muchas cosas. Se trata de un dron de despegue y aterrizaje vertical conocido como VTOL, por sus siglas en inglés que ha sido fabricado usando piezas impresas en 3D. Lo más llamativo no es solo el hecho de que lo haya creado siendo estudiante de secundaria, sino que además lo hizo con un enfoque muy claro en reducir costos. Su dron cuesta apenas una quinta parte de lo que suelen valer los modelos comerciales, que a menudo llegan a los miles de dólares.

Una solución inteligente y eficiente

El secreto de su bajo costo y eficiencia está en un sistema de rotores basculantes, que permite que durante el vuelo no haya motores funcionando sin necesidad. Esto no solo ahorra energía, también reduce el peso y simplifica el diseño. Cooper no solo pensó el concepto; él mismo imprimió las piezas, programó el software, soldó las placas de circuito y ensambló todo. Ya ha construido seis prototipos diferentes, afinando cada detalle. Su esfuerzo fue reconocido en dos importantes eventos científicos, donde ganó becas por un total de 23 mil dólares.


Más que un dron es una herramienta para ayudar

Los drones VTOL son versátiles porque combinan las ventajas de los helicópteros —que pueden despegar y aterrizar en espacios reducidos— con la eficiencia en vuelo de los aviones. Por eso, se usan en tareas como agricultura, misiones de rescate o entregas médicas en zonas remotas. Cooper espera que su diseño modular, que permite cambiar alas, cola o añadir equipamiento específico, pueda ser útil para personas comunes con grandes necesidades, como socorristas, investigadores o simplemente quienes resuelven problemas día a día.

Compromiso, curiosidad y futuro prometedor

Su último prototipo pesa alrededor de 2.7 kilos y tiene una envergadura de poco más de un metro veinte. Hasta ahora ha sido probado en vuelos de 15 minutos, pero según sus cálculos, podría volar durante 105 minutos a una velocidad de 72 kilómetros por hora. Su mentor, un experto en robótica del Laboratorio de Física Aplicada de la Universidad Johns Hopkins, lo comparó con estudiantes universitarios de alto nivel, destacando su disciplina y su curiosidad constante.


Lo que viene es más innovación y aprendizaje

Cooper no se detiene. Ya está trabajando en un séptimo prototipo, esta vez con la idea de que pueda desmontarse y llevarse en una mochila. Y mientras sigue desarrollando sus ideas, también se prepara para un verano diferente, fue seleccionado para colaborar en un proyecto de drones en el Laboratorio de Sistemas Autónomos del MIT, donde seguramente seguirá creciendo como inventor y como joven científico con muchas ganas de transformar el mundo.