Imagínese a un grupo de personas intentando cocinar una paella, pero cada una trae un tipo distinto de arroz. Así es elegir el formato de archivo en impresión 3D: todos sirven, pero algunos dejan el plato crudo. Cuando se diseña un modelo para imprimir, el archivo que se elige no solo guarda el dibujo, sino también las instrucciones del chef. Y no todos los formatos entienden igual los ingredientes. Algunos apenas distinguen entre cebolla y cable USB.

STL es el fósil funcional

STL es como ese amigo que siempre está en las reuniones porque nadie lo odia. Nació en 1987 y todavía da guerra. Es simple, universal y compatible con casi todo, pero también tiene el mismo nivel de sofisticación que una tostadora de los años 60. Divide los modelos en triangulitos, como un puzzle con resaca. ¿Problemas? Claro: no entiende de curvas, ignora las unidades de medida y a veces genera errores como si estuviera en huelga de precisión. Aun así, si tu proyecto no es una escultura del David en miniatura, puede que te sirva.


OBJ es el artista exigente

El formato OBJ es más detallista. Guarda colores, texturas y hasta el alma del modelo si se descuida. Es como ese primo que estudió Bellas Artes y te trae una maqueta con luces LED. Usa más formas que STL y permite geometrías complejas. ¿La trampa? Suele venir con archivos extra, como una receta que necesita ingredientes de otro supermercado. Ideal si lo tuyo es imprimir figuras con capas de color o detalles que un STL no sabría ni cómo deletrear.

AMF es el olvidado moderno

AMF es el típico invento que solucionaba muchos problemas pero que nadie quiso usar. Permite todo lo que STL no puede: curvas suaves, colores, materiales variados... Incluso estructura interna, por si tu objeto quiere sentirse lleno por dentro. Sin embargo, pocos programas lo aceptan, como si llevar corbata en chanclas. Si tu software lo admite y no necesitas compartir el archivo con el resto del planeta, puede ser una opción decente.

3MF es el niño prodigio

3MF es el nuevo del barrio que viene con todo: moderno, limpio y con ganas de impresionar. Fue creado por un grupo de empresas que dijeron basta ya de STL y se pusieron a diseñar un formato listo para la impresión, sin errores absurdos. Comprime los datos, guarda los colores, y encima puedes leerlo sin invocar a ningún espíritu binario. Si tienes un proyecto ambicioso y quieres evitar dramas, este archivo es como llevar paraguas cuando el cielo se pone gris, una apuesta segura.


STEP es el ingeniero diplomático

STEP no fue creado para impresión 3D, pero se ha metido en el grupo como el cuñado que opina de todo. Viene del mundo CAD, guarda estructuras, ensamblajes y secretos industriales. No es el más ligero ni el más directo, pero es perfecto si trabajas en un proyecto grande con piezas que deben encajar como Lego profesional. Eso sí, antes de imprimir, necesitarás limpiarlo un poco. Guarda tanta información que tu impresora podría empezar a filosofar.

Resumen para cabezas ocupadas

Si no sabes qué formato usar, aquí va un resumen sin rodeos:

  • STL: para todo lo básico.
  • OBJ: cuando los colores y texturas importan.
  • AMF: si te va lo moderno pero solitario.
  • 3MF: el mejor si tu software lo acepta.
  • STEP: si vienes del mundo CAD y te gusta complicarte.


Elegir un archivo para impresión 3D es como buscar piso, depende del presupuesto, del gusto y de lo que no quieras renegociar. Pero al menos aquí no necesitas hipotecarte. Con un poco de sentido común y esta guía, ya puedes impresionar a tus amigos sin imprimir un desastre.

¿Y tú? ¿Con qué archivo te quedarías si solo pudieras salvar uno en el apocalipsis digital?